La región maldita

Ella con su cuerpo caliente y palpitante, su ombligo que tiritaba de deseo, sus ojos entornados y su vestido arrugado. Tenia miedo, mucho miedo. Él caminaba desnudo por la habitación, desnudo con su sexo erguido y rojo y brillante, ese falo que apuntaba a todos los rincones y que Ella miraba con una mezcla de asco y terror. Era pura, inocente; aunque desde siempre había tratado de imaginar aquello que sus amigas le decían que seria lo mas delicioso del mundo, la muerte en vida y que su abuela con su afán sobreprotector le había anunciado como algo horroroso que debía recibirse para no decepcionar al marido. Un sacrificio que si era disfrutado se convertía en pecado.


Él también tenia miedo, no sabia como seria esa primera vez, no quería presionarla aunque la deseaba con cada centímetro de su piel bronceada: deseaba sus pechos blancos como la leche que Él imaginaba cruzados por delicadas líneas azules como un mapa, deseaba esa boca trémula y rosada que permanecía siempre como en un gesto para ser besada, deseaba sus pies pequeños y gráciles con sus deditos delicados y sus uñas esmaltadas de un azul pálido, deseaba sus manos suaves que sabia sabrían tocarlo como nadie, deseaba su nariz, su pelo, sus ojos, su cintura, su sexo, la deseaba en cuerpo y alma.

Ella lo miraba desde la cama embutida en un breve conjunto de encaje muy transparente para su gusto, a Él le encantó el pálido color durazno que hacía ver más blanca la blancura de su piel, pero le había robado ese dulce placer de desvestirla. Ella lo miraba con sus ojillos verdes y se preguntaba si sería el hombre de su vida, Él no podía sentirse mas feliz ni más excitado ante esa visión, tan excitado que olvidó el miedo de ella y su preocupación y sin contemplaciones se abalanzó sobre ella, que corrió indefensa hacia la ventana. Ver su silueta dibujada contra el resplandor del sol que decaía y se filtraba por la gran ventana era como ver a un ángel; un ángel en encaje rosa, un ángel con piel de melocotón, un ángel sin alas, un ángel con olor afrutado, un ángel que sería sólo para el de ahora en adelante pues ya estaban casados.


Ella tuvo miedo esa tarde, pánico en la noche, y así pasaron dos meses tratando de superar el miedo a ser penetrada. Él pacientemente había avanzado poco a poco cada noche, de dormir en el incomodo sofá que rescataron de la basura pasó a dormir en la cama abrazado junto a ella. Poco a poco había accedido a despojarse de la ropa, pero Él sentía la urgencia de penetrarla, ya eran dolorosas y tristes las duchas en la noche cuando se masturbaba salvajemente hasta quedar rendido y fláccido y llorando desconsoladamente la falta de aceptación de su esposa. Un día Ella lo descubrió, se quedó intrigada mirándolo mientras Él se desahogaba. Esa noche no bastó y el comenzó con su ritual de paseos desnudo por el cuarto, de nuevo erguido y apuntando a todos lados y Ella se iba quedando dormida con esa imagen en su cabeza. A diario soñaba con cuchillos enormes que la hendían, la traspasaban y de ella manaba un manantial de sangre y se despertaba sobresaltada y sudorosa. Una de tantas noches vio el tumulto del sexo erecto de su esposo jamás marido bajo las sabanas, sintió curiosidad y un leve entumecimiento en los pezones cuando la sabana resbaló por ellos, retiró la sabana totalmente y se dedicó a palpar el cuerpo de Él que despertó con la primera caricia, pero se mantuvo muy quieto y con los ojos cerrados y la dejó hacer. Ella miró asombrada como eso baboso y rojo se iba hinchando más y mas con el leve roce de su mano, sintió humedecerse la parte del cuerpo que jamás tocaba demasiado y supo lo que debía hacer. Se sentó cuidadosamente sobre la región maldita que tanto asco le producía y que ahora la iba invadiendo y le producía un inmenso placer.


Pasaron cinco años. El nuevo para siempre. Se divorciaron y Ella se fue lejos, a otro país que parecía otro mundo, donde se hacia de noche mas tarde y los árboles tenían otros colores, incluso el cielo no era tan azul. Comenzó de camarera en un café, allí conoció a quien la llevo a su sueño: tomar fotos, lo que la llevó después a modelar. Dos años después Él miraba fotografías de chicas góticas en Internet para calmar sus urgencias que ahora no tenia con quien satisfacer, y reconoció las suaves líneas, los labios trémulos, los deditos tiernos y el encaje color durazno.


Era Ella, la que tenía miedo al sexo la que hoy vendía su cuerpo en fotos por doce euros el mes. Ya no lo consideraba un pecado, ahora era su trabajo. Lo que antes consideraba algo moralmente inconcebible hoy le proporcionaba la holgada vida que vivía; automóviles nuevos, joyas, ropa de diseñador, restaurantes y su propio sitio Web. Ahora no tenía problema con las caricias ni con los hombres desnudos ni con las transparencias. Un día le pidieron posar con otra chica, se sintió intimidada pero más pudo su cheque que el miedo. Había hecho muchas cosas que jamás había imaginado hacer; y cada noche cuando llegaba a casa se metía en la ducha a llorar sus desgracias y a desahogarse, a su manera pero igual que su antiguo amor que creía haber olvidado. Se sentía sucia y corrompida en esa moral que el tiempo volvió doble y que volteaba a su antojo para manipular a su hija, ¿sabría Él que existía?

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Esto no es nada... Es lo de siempre un poco mas largo...

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