Boceto para un cuento.... Sólo espero un poco de paz para terminarlo

Debiste haber dejado que las mariposas que bullen en mi estomago te beso, murieran de cansancio, así dolería menos...

Tengo conmigo un ser vivo haciendo mutualismo dentro de mi cuerpo. No es el bendito fruto de mi vientre, ni mucho menos. Una rabia sorda, loca y sin nombre ni sentido que me pesa en la boca del estómago y me palpita en las sienes y me llena de amargo la boca en cada sorbo, en cada bocado, en cada palabra. Tanto, que al principio fui dejando de comer, y ahora ya no quiero ni hablar.

El monstruo viscoso y amargo que por alguna razón desconocida mi mente se empeña en imaginar de un color verde-amarillo chillón tuvo, como ser vivo que es, su nacimiento. Nació del desamparo de un mal amor, del alcohol y de la hierba, de la mala hiel de mi temperamento, de mis vómitos e inevitablemente del bolero.

Fueron esos boleros que desprecié en mi infancia y en mi adolescencia los que me dieron la clave de una de las primeras crisis de mi adultez. Los aullidos nasales de La Lupe "¿Quéeeee te pedíiiii???, Que no fueraaa, leaaal comprensión..." en el desvencijado tocadiscos heredado de mi madre me abrieron los ojos a los avatares sentimentales de mi vida. No estoy segura de que seas el primero y por supuesto sé que no serás el último por el que debo dormir una borrachera apoteósica, pero no me importa. El pasado infructuoso, para que no se vuelva un implacable perseguidor hay que hacerle un buen funeral, y eso es precisamente lo que hago contigo.
Obviamente sé, y asumo que algo se me está pudriendo por dentro. Que hay algo que me escuece ahí, justo en el esternón, ahí entre entre el corazón y el hueso y tengo otra puntada un poco más a la derecha, en el hígado. Ahí vive el viscoso. Lo que me escuece debe ser el muñón rosado y sensible que apenas da muestras de querer cicatrizar que dejó el pedazo de mi corazón que traidoramente decidió quedarse contigo, en mis fotos que no se si conservas, en tus sábanas, en tu abrigo que pasó tanto tiempo conmigo, en las cosas que te escribí cuando andábamos en tiempo de bonanza. Ahora soy una coja emocional, manca de corazón y de tarjeta de débito.
Inevitablemente cuando algo se termina comienzas a vivir con el dedo en la llaga, como la cortadita que siempre te tropiezas y te lastimas y tarda demasiado en sanar a pesar de ser insignificante; pues aunque no lo parezca ahora eres insignificante. No carente de forma sino de peso semántico en mi, me acabo de enterar que dueles por razones enteramente distintas a las que yo creía. Cuando terminas algo, por bien por mal o por lo que sea todo te lo recuerda, esto es especialmente duro para nosotras que atesoramos tantos momentos y tonterías significativas que después nos acosan como restos de naufragio. Como decía, todo te lo recuerda, en todas partes lo ves; y misteriosamente ocurre el fenómeno de multiplicación de parejitas felices, pero curiosamente a mi también me tocaron las disgustadas. Para que viera lo que me perdía, o al menos eso me gusta imaginar a mi. Es mi manera de explicarme tanto cruel ensañamiento cósmico contra mi persona, llegué a la conclusión de que eres un mal karma hijo de mi mala vibra con sapos anteriores, que jamás tuvieron la intención de travestirse en princípes.
Sí, para mi salir a la calle últimamente se me ha hecho una experiencia terrible, deprimente y casi suicida. Todo lo que antes para mi pasaba desapercibido por andar obnibulada tomada de tu mano o sola pero pensando en ti, ahora duele y arde como la hoja de un cuchillo al rojo sobre la piel, como una herida reciente salpicada de sudor o una gota de limón en el ojo. Y en más de una ocasión he pillado a alguna lágrima furtiva que trata de asomarse a mi ojo, y las más de las veces me gana. Todo esto quizá porque ando hipersensible, el SPM, la soledad, el fracaso, quéseyo, el asunto es que se me escapan cada vez que trato de pensar en algo que no sea en ti y vienes tu y ese dolor que produces; informe e indecente, impreciso e imprevisto es doloroso pero mas que doloroso es vergonzoso. Me duele salir a la calle, demasiados lugares comunes que reclamo como territorio propio.
Pero no sólo me afectan esos lugares comunes, sino que todos los lugares me hacen sentir mal. Así me descubro durmiendo en un sleeping prestado por mas de un mes porque le tengo pavor a mi cama y eso que allí no estuve contigo. A veces me gustaría ser un árbol, los árboles no se mueven, no sienten. Son parte del decorado de fondo, sabiéndose poderosos e imprescindibles, pero a la vez indefensos.

Para pensar un poco... (Nos roba la luna)

"La primera noche
ellos se acercan y cogen una flor de nuestro jardín,
y no decimos nada...

La segunda noche,
ya no se esconden, pisan las flores,
matan nuestro perro y no decimos nada...

Hasta que un día el más frágil de ellos
entra solo en nuestra casa
nos roba la luna, y
conociendo nuestro miedo
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada...
ya no podemos decir nada".

Vladimir Maiakovski.
Poeta ruso
1893-1930.

Miguelito en su infinita sabiduría


Las pancarticas que pegamos en letras...






















Esto no es nada... Es lo de siempre un poco mas largo...

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